domingo, 2 de junio de 2013

DIOS HA MUERTO

Esta expresión, acuñada por el gran filósofo Nietzsche, ha dado la vuelta al mundo, y cada uno la ha interpretado como ha querido o como ha podido. Nietzsche era ateo, por lo que no tiene mucho sentido que admita la existencia de Dios diciendo que ha muerto, porque si algo muere, significa que ha existido antes. 
Durante miles de años, la mayoría de la gente ha creído en Dios, o ha querido creer en él. Desde mi punto de vista, porque todo es más fácil así. Por ejemplo, si te sucede algo bueno, es un milagro que te ha concedido Dios por ser bueno; si pasa algo malo, es un castigo de Dios porque has hecho algo malo, pero él  te quiere y por eso te prueba y te demuestra que lo que has hecho está mal. Así no había que hacerse preguntas, simplemente la vida consistía en atribuir todo lo que nos sucede a un ser superior, sin pararnos a pensar el por qué verdadero de las cosas.
A partir de un momento en la historia de la humanidad, un momento en el que las personas son menos controlables, y los estudios están más generalizados, al menos en los hombres, se empezó a cuestionar la figura de Dios. Las ciencias permitieron dar explicación a muchos fenómenos que se atribuían a la acción de Dios, por ello, se hizo más difícil creer en algo que en realidad no hace nada de lo que se supone que tendría que hacer. Cuando la gente empezó a distanciarse de Dios y a hacerse más independiente de él, apareció Nietzsche con su gran cita: "Dios ha muerto". Claro que ha muerto, no para todos, pero para la gran mayoría sí. Muchos se planteaban su existencia, y otros muchos ya la habían descartado, por lo cual las personas decidieron enfrentarse a la realidad y dejar de respaldarse en algo dudoso, algo cuya existencia era imposible probar. Es cierto que la vida se hace más difícil al pensar que cuando un ser querido muere no va al cielo, sino que se pudre bajo tierra, también es difícil pensar que las personas malas sí existen, y también se hace difícil pensar que hemos sido marionetas de la Iglesia durante muchos años, pero esto ya es otra historia.
Aplicando esta cita a nuestros días, no podría ser más cierta. Si observamos los datos en España, sorprende ver que aún el 73% de la población sea católica, pero tiene una simple explicación: la gente mayor. Los abuelos y abuelas, a nada que te fijes, ves que tienen siempre una estampita, un colgante de la virgen, etc., todo esto tiene que ver con la época franquista, en la que se inculcaba la religión católica desde temprana edad. También llama la atención el 15% de personas ateas, que cada vez son más. En unos veinte años, apuesto a que la situación cambiará radicalmente, porque cada día hay más gente que se desengaña. Tampoco defiendo a esas personas que aseguran que no piensan en eso, si no piensas en eso significa que no tienes inquietudes, que no tienes racionalidad. Es una característica humana el preguntarse el por qué de todo lo que está a nuestro alrededor y la validez de las ideas que nos imponen o que otros tienen impuestas.
Después de esto, animo a todas aquellas personas que no hayan pensado nunca en la existencia de Dios a que lo hagan y que disfruten un rato de sus características humanas, que para algo las tenemos.

LA LIBERTAD

Una de mis citas favoritas es aquella de "No existe bastante oro para pagar la libertad". Siempre me ha gustado esta frase, pero nunca he sabido con exactitud lo que quiere decir. Cuando estaba estudiando filosofía para el anterior examen, llegué a la parte que hablaba sobre la libertad. Entonces, dejé un momento a un lado la filosofía de los estoicos, y me centré en la mía, y volví a acordarme de aquella cita. Pensando y filosofando, llegué a la conclusión de que lo que quiere decir es que la libertad es tan valiosa que no hay nada que pueda comprarlo, es incalculable. Durante años, la libertad ha sido comprada, por ejemplo, cuando a un esclavo se le quería dar una supuesta libertad, se debía pagar por él. Hoy en día, para dar libertad a un preso hay que pagar una fianza. Pero, en ese caso estaríamos hablando de una libertad externa, no interna. La libertad interna es lo único que tenemos en común los seres humanos, o una de las pocas cosas que tenemos en común.
A lo largo de la historia, se han cometido una serie de atrocidades contra las personas por sus creencias, actuaciones, etc. La siguiente cuestión que me hago es: ¿les servía para algo hacer este tipo de atrocidades? Y mi respuesta inminente es: NO. Por mucho que tortures a una persona, no vas a cambiar su forma de pensar, su libertad interior, aunque les obligues a decir lo que tu quieras oír, estas personas no lo piensan de verdad. Por eso, en muchos casos se recurría al asesinato. Los seres humanos hemos estado intentando toda la vida anular la libertad interna de las personas, pero no lo hemos conseguido, por eso ésta tiene tanto valor, porque nadie nos la puede quitar, es nuestra y sólo nuestra, así que cuidadla.
Al cabo de un rato, cuando ya me sentía satisfecha por haber encontrado una solución al enigma, comencé a preguntarme si en realidad esa frase es acertada, porque tal vez no haga falta oro para comprar la libertad, tan solo hacen falta opiniones. Como todos podemos observar, si en una familia católica nace un niño, lo más probable es que el niño, al cabo de unos años, se considere católico y vaya al Vaticano a ver al papa. Por otro lado, si un niño nace en el seno de una familia republicana, lo más probable es que ese niño al cabo de los años esté blandiendo una bandera republicana en una manifestación. Entonces, nuestra libertad no ha sido comprada, sino condicionada. Nuestros padres nos han inculcado una serie de ideas desde pequeños, y nosotros las hemos desarrollado. Yo creo que esto se debe a que cuando somos pequeños, nuestra libertad interna no está formada del todo y, por eso, es tan fácil inculcarnos ideas, aunque tal vez cuando seamos mayores y nuestra libertad interna sea totalmente libre, en la máxima expresión de la palabra, nos demos cuenta de que esas ideas no son válidas para nosotros y queramos cambiarlas.
Al final me dolía tanto la cabeza que llegué a una conclusión un poco simple: La libertad no existe.