Estaba yo un día en el cine viendo la nueva película de Superman, cuando un hombre metió su mano en mis palomitas y comenzó a comérselas. Le miré, pero en la oscuridad no saqué ninguna conclusión sobre su físico. No le dije nada porque dudaba si era uno de mis amigos tomándome el pelo, un rato después dijo:
- ¿No te parece que Superman es el hombre perfecto?
- No, creo que esa perfección no existe.
- Quitándole los poderes, es un hombre fuerte, está más allá del mal y del bien, no hace caso de los prejuicios de la gente y se ríe de aquellos que creen en los valores sobrenaturales. Es perfecto, todo el mundo debería ser como él.
- Sí, pero si le quitas los superpoderes ya no sería Superman.
- Sería el superhombre, aquél que ha acabado con Dios y que crea los valores contrarios a los del cristianismo, porque este es el que domesticó al hombre. Así el superhombre es aquél que se afirma en el devenir de la vida y que es tan fuerte que no tiene que refugiarse por los sucesos trágicos que tengan lugar en su vida.
- Es cierto que a Superman le pasan muchas cosas malas, pero él sigue siendo fuerte y defendiendo a la humanidad, protegiendo la vida.
- Sí, porque la vida es lo más importante, yo amo la vida, soy un vitalista, porque antes creía en la vida en un sentido apolíneo, el orden, pero más adelante me di cuenta de que esta forma de vida era precisamente con la que había que acabar para acabar defendiendo una vida en sentido dionisíaco, en la que la orgía es la culminación de la vida, es decir, se deben exaltar los instintos.
- ¡Qué teoría más rara!
- No querida, simplemente digo que el hombre debería dejar de refugiarse en un Dios que él mismo ha creado por miedo a admitir sus cualidades, para así llegar a ser el superhombre, el hombre perfecto, y se crearía una sociedad perfecta, en la que no hay sitio para la debilidad y el cristianismo.
- Bueno, la peli ya está acabando, quiero saber el final al menos.
- Seguro que el final es el triunfo del superhombre, por eso me gusta tanto esta película.
Y así fue, la película terminó con el triunfo de Superman, que consiguió salvar a la humanidad de nuevo. Como otras veces, aquel pintoresco personaje que hablaba de cosas tan disparatadas y era un fan incondicional del personaje de cómic, desapareció sin dejar rastro.
Irene's Notebook
domingo, 13 de abril de 2014
A Coffee Break With... Marx.
Un verano mi familia y yo decidimos ir de viaje a Cuba. Hubo un momento en el que me quedé sola observando el mar. Entonces un hombre me ofreció sentarme en una terraza a tomar un café cubano muy famoso. Al sentarme vi que al lado había un hombre con largas barbas que no hacía otra cosa que sonreír. Con curiosidad le pregunté:
- ¿Qué es lo que le hace tanta gracia?
- No es gracia, sino que soy muy feliz en este idílico lugar.- contestó con acento alemán.
- Por lo que veo usted no es de aquí, ¿qué es lo que le parece tan idílico?
- Han seguido mis consejos, han establecido un régimen comunista.
- ¿Sus consejos?
- Soy Marx, el mayor defensor y creador del comunismo.
- ¡Vaya! ¿ Y qué opina usted sobre sus resultados?
- Creo que podrían ser mejores, por lo que parece mi teoría de que el proletariado acabe con el caciquismo es bastante utópica porque aquí ya he visto algunos pobres, pero los del gobierno no pasan hambre, eso te lo aseguro.
- La gente tiene miedo Marx.
- Ya, pero si todos los proletarios se unieran podrían con ellos, no puede ser que les exploten de esa manera, les alienan, les quitan lo que es suyo, su trabajo con el que lo único que pretenden los burgueses es lucrarse, obtener una plusvalía.
- Es cierto, los seres humanos no tendríamos que degradarnos los unos a los otros, deberíamos trabajar para nosotros mismos, sin que unos obtuvieran mayor beneficio que otros, teniendo todos lo mismo.
- Exactamente, muy bien dicho.
- Pero, por lo que veo, muchos se han acostumbrado a tener caprichos, a vivir con unas buenas condiciones, por lo que no podrían pasar a tener una vida sin esos caprichos.
- Los caprichos son innecesarios, al igual que la creencia en Dios y demás cosas que creemos necesarias.
- ¿Por qué dices lo de Dios?
- Porque he visto que aquí, en La Habana, hay mucha gente que cree en Dios y esto sólo quiere decir que la gente es ignorante, que se escuda en la imagen de un Dios protector para que les sea más fácil vivir las desgracias, lo cual también es cobarde.
- La religión forma parte de sus costumbres.
- Y eso es precisamente lo primero que se debe eliminar, la costumbre.
En esto, mi familia había vuelto a buscarme, por lo que me levanté de la silla y le di la mano a Marx, y le dije:
- Espero que algún día tu utopía se convierta en realidad, porque hasta ahora no ha funcionado como debería.
Él se limitó a suspirar y asentir, y así acabó nuestra conversación, que me dejó un buen sabor de boca por el delicioso café que tomé.
- ¿Qué es lo que le hace tanta gracia?
- No es gracia, sino que soy muy feliz en este idílico lugar.- contestó con acento alemán.
- Por lo que veo usted no es de aquí, ¿qué es lo que le parece tan idílico?
- Han seguido mis consejos, han establecido un régimen comunista.
- ¿Sus consejos?
- Soy Marx, el mayor defensor y creador del comunismo.
- ¡Vaya! ¿ Y qué opina usted sobre sus resultados?
- Creo que podrían ser mejores, por lo que parece mi teoría de que el proletariado acabe con el caciquismo es bastante utópica porque aquí ya he visto algunos pobres, pero los del gobierno no pasan hambre, eso te lo aseguro.
- La gente tiene miedo Marx.
- Ya, pero si todos los proletarios se unieran podrían con ellos, no puede ser que les exploten de esa manera, les alienan, les quitan lo que es suyo, su trabajo con el que lo único que pretenden los burgueses es lucrarse, obtener una plusvalía.
- Es cierto, los seres humanos no tendríamos que degradarnos los unos a los otros, deberíamos trabajar para nosotros mismos, sin que unos obtuvieran mayor beneficio que otros, teniendo todos lo mismo.
- Exactamente, muy bien dicho.
- Pero, por lo que veo, muchos se han acostumbrado a tener caprichos, a vivir con unas buenas condiciones, por lo que no podrían pasar a tener una vida sin esos caprichos.
- Los caprichos son innecesarios, al igual que la creencia en Dios y demás cosas que creemos necesarias.
- ¿Por qué dices lo de Dios?
- Porque he visto que aquí, en La Habana, hay mucha gente que cree en Dios y esto sólo quiere decir que la gente es ignorante, que se escuda en la imagen de un Dios protector para que les sea más fácil vivir las desgracias, lo cual también es cobarde.
- La religión forma parte de sus costumbres.
- Y eso es precisamente lo primero que se debe eliminar, la costumbre.
En esto, mi familia había vuelto a buscarme, por lo que me levanté de la silla y le di la mano a Marx, y le dije:
- Espero que algún día tu utopía se convierta en realidad, porque hasta ahora no ha funcionado como debería.
Él se limitó a suspirar y asentir, y así acabó nuestra conversación, que me dejó un buen sabor de boca por el delicioso café que tomé.
A Coffee Break With... Kant
Un día estaba en un banco sentada estudiando matemáticas porque al día siguiente tenía examen y hacía un día estupendo, cuando repentinamente un señor se sentó a mi lado. No pude hacer otra cosa que fijarme en él: era delgado y tenía una nariz demasiado puntiaguda, me recodaba a ese personaje de los Simpson que tanta gracia me hacía. Seguí estudiando matemáticas haciendo caso omiso a las continuas miradas que me echaba el señor, pero entonces él me dijo:
- Todo eso está muy bien, pero, ¿sabes que hubo un momento en la historia en la que se dudó si las matemáticas eran una ciencia?
- Lo sé, pero yo veo muy claro que son una ciencia...
- Y, ¿por qué?
- Porque tienen muchos números, son objetivas...
- Te estás equivocando, deja que te explique: para mí el conocimiento está integrado por materia y forma. La materia son los datos que los sentidos nos proporcionan y la forma es la estructura a priori que posibilita nuestro conocimiento, lo que a mí me gusta llamar sujeto trascendental. La forma es el espacio y el tiempo. Después de todo esto que te he explicado, ¿ tu crees que las matemáticas son posibles como ciencia?
- Yo creo que sí.
- ¿Por qué?
- Porque dicho de una manera un poco básica: existe una forma a priori que, además, se puede comprobar objetivamente con la experiencia, los sentidos.
- ¡Muy bien explicado! Esto sucedió también con la Física, pero el tema de la Metafísica fue totalmente distinto porque me di cuenta de que no podía ser una ciencia. A ver si sabes decirme por qué.
- Porque son cosas subjetivas, quiero decir: la psicología son argumentos que pasan del orden lógico al ontológico sin ningún tipo de intermediario, en el caso de la cosmología afirma aspectos que podrían ser tan ciertos como falsos y, por último, el tema de Dios que es muy subjetivo, pues no se puede comprobar su existencia por la experiencia.
- Muy bien, veo que has estudiado a Kant este año.
- Sí, ese hombre pensaba demasiado.
- Sí, siempre he tenido esa manía.
De repente todo tuvo sentido, ese hombre era Kant. Entonces cuando volví a mirar el asiento de al lado me di cuenta de que ese hombre ya no estaba allí. ¿Había sido todo eso real? Por lo menos me había servido para repasar para el examen final de Filosofía...
- Todo eso está muy bien, pero, ¿sabes que hubo un momento en la historia en la que se dudó si las matemáticas eran una ciencia?
- Lo sé, pero yo veo muy claro que son una ciencia...
- Y, ¿por qué?
- Porque tienen muchos números, son objetivas...
- Te estás equivocando, deja que te explique: para mí el conocimiento está integrado por materia y forma. La materia son los datos que los sentidos nos proporcionan y la forma es la estructura a priori que posibilita nuestro conocimiento, lo que a mí me gusta llamar sujeto trascendental. La forma es el espacio y el tiempo. Después de todo esto que te he explicado, ¿ tu crees que las matemáticas son posibles como ciencia?
- Yo creo que sí.
- ¿Por qué?
- Porque dicho de una manera un poco básica: existe una forma a priori que, además, se puede comprobar objetivamente con la experiencia, los sentidos.
- ¡Muy bien explicado! Esto sucedió también con la Física, pero el tema de la Metafísica fue totalmente distinto porque me di cuenta de que no podía ser una ciencia. A ver si sabes decirme por qué.
- Porque son cosas subjetivas, quiero decir: la psicología son argumentos que pasan del orden lógico al ontológico sin ningún tipo de intermediario, en el caso de la cosmología afirma aspectos que podrían ser tan ciertos como falsos y, por último, el tema de Dios que es muy subjetivo, pues no se puede comprobar su existencia por la experiencia.
- Muy bien, veo que has estudiado a Kant este año.
- Sí, ese hombre pensaba demasiado.
- Sí, siempre he tenido esa manía.
De repente todo tuvo sentido, ese hombre era Kant. Entonces cuando volví a mirar el asiento de al lado me di cuenta de que ese hombre ya no estaba allí. ¿Había sido todo eso real? Por lo menos me había servido para repasar para el examen final de Filosofía...
domingo, 9 de marzo de 2014
A Coffee Break With... Hume.
Estaba yo en mi casa tomándome un café tranquilamente cuando llamó a la puerta un hombre con una movilidad en las cejas realmente impresionante que trataba de convencerme de que hay que dudar de todo, sobre todo de los sentidos, que según él no hacen otra cosa más que engañarnos. Como yo soy una persona que no se anda con tonterías le cerré la puerta en sus enormes napias. Minutos después volvieron a interrumpir mi momento de relax llamando a la puerta de nuevo. Cuando abrí dispuesta a mandar a paseo al tipo de antes, apareció ante mí un hombre con turbante que nada más verme dijo:
- Todo lo que te ha dicho el de antes es mentira.
Nada más pronunciar estas palabras le ordené que pasara y se tomara un café conmigo. Este tipo tenía que contarme por qué era mentira lo que había dicho aquél hombre. Una vez hechas las presentaciones y servido el café entablamos una conversación de lo más interesante.
- Amigo David, ¿quién era ese tipo tan feo al que no paras de criticar?- pregunté curiosa.
- Ese tipo era Descartes que intenta convencer a la gente con sus estúpidas teorías sobre las verdades indubitables basadas en la razón, la cual es para él la verdadera fuente de conocimiento.
- Y para ti, ¿cuál es la verdadera fuente de conocimiento?
- Para mí los sentidos son la verdadera fuente de conocimiento.
- Entonces, ¿cómo es tu ética?
- Mi ética, amiga, se basa en la pasión.
- ¡Qué bonito!
- Con el término pasión me refiero a las emociones y afectos, a las que la razón debe someterse, ser su esclava. El hombre no es una máquina como decía Descartes, sino que se deja llevar por sus sentimientos y por los sentidos.
- Me encanta tu forma de ver la vida de verdad, me encantaría saber más David, pero mis sentidos me dicen que mi cena se está quemando y que ya es muy tarde como para estar divagando, pero muchas gracias por la información, y deja de criticar al pobre Descartes, anda.
- Vale, mis sentidos me dicen que me estás echando, pero antes de irme debo declarar que mi pasión hacia Descartes es indirecta, porque no me inspira más que odio. Hasta luego Irene.
- Todo lo que te ha dicho el de antes es mentira.
Nada más pronunciar estas palabras le ordené que pasara y se tomara un café conmigo. Este tipo tenía que contarme por qué era mentira lo que había dicho aquél hombre. Una vez hechas las presentaciones y servido el café entablamos una conversación de lo más interesante.
- Amigo David, ¿quién era ese tipo tan feo al que no paras de criticar?- pregunté curiosa.
- Ese tipo era Descartes que intenta convencer a la gente con sus estúpidas teorías sobre las verdades indubitables basadas en la razón, la cual es para él la verdadera fuente de conocimiento.
- Y para ti, ¿cuál es la verdadera fuente de conocimiento?
- Para mí los sentidos son la verdadera fuente de conocimiento.
- Entonces, ¿cómo es tu ética?
- Mi ética, amiga, se basa en la pasión.
- ¡Qué bonito!
- Con el término pasión me refiero a las emociones y afectos, a las que la razón debe someterse, ser su esclava. El hombre no es una máquina como decía Descartes, sino que se deja llevar por sus sentimientos y por los sentidos.
- Me encanta tu forma de ver la vida de verdad, me encantaría saber más David, pero mis sentidos me dicen que mi cena se está quemando y que ya es muy tarde como para estar divagando, pero muchas gracias por la información, y deja de criticar al pobre Descartes, anda.
- Vale, mis sentidos me dicen que me estás echando, pero antes de irme debo declarar que mi pasión hacia Descartes es indirecta, porque no me inspira más que odio. Hasta luego Irene.
A Coffee Break With... Descartes.
Un día iba yo paseando por la Plaza Mayor cuando de pronto me choqué con un hombre con un atuendo inusual para el buen día que hacía. En ese momento reparé en sus facciones, que me eran significativamente familiares, esas cejas prominentes y ese gesto de incredulidad continua no podían ser de otra persona que de René Descartes, aquél filósofo que tanto me había llamado la atención en las clases de filosofía, aquél que todo lo dudaba y que hizo que esto se convirtiera en método. Inmediatamente le cogí del brazo, y ahí empezó nuestra conversación que más o menos era así:
- Usted debe de ser René Descartes, no puede ser otra persona.- afirmé con una sonrisa.
- ¡Vaya! Me conoces... Entonces haz el favor de hablarme de tú.- me contestó con otra sonrisa.
- De acuerdo. Oye, ¿te apetecería tomarte un café conmigo en esa cafetería?- pregunté.
- Claro, ¡vamos! Por cierto, ¿cuál es tu nombre?
- Irene, encantada.- dije mientras le tendía la mano, que él me besó, lo que me pareció muy raro, luego me di cuenta de que ese hombre venía del siglo XXVII, y que era un saludo normal para él.
Una vez nos habíamos instalado en nuestra mesa, comenzamos a filosofar.
- Dime, Descartes, ¿ por qué dudar de todo, tan mal estaba la filosofía?
- No sabes hasta qué punto, se había descubierto que la tierra no era el centro del universo, mucha gente enloqueció con eso, era un cambio de concepto demasiado grande y nuestra sociedad era muy cerrada, la única salida que encontré para solucionarlo era poner en duda todo lo que había pasado anteriormente.
- ¿Y a qué conclusión llegaste?
- Pues me di cuenta de que lo único que los seres humanos no podemos dudar es que dudamos, cogito ergo sum, ¿entiendes?
- No, porque a lo mejor somos robots que estamos siendo dirigidos por una fuerza mayor...
- Para empezar, no sé lo que es un robot, y para terminar, al hacer esa divagación significa que estás pensando y por lo tanto existes, está muy claro.
- Vale, digamos que es así pero sigo sin entender muy bien lo de la duda...
- Te lo explicaré mejor: se debe dudar de todo por la falta de acuerdo de los anteriores filósofos que no hacían otra cosa que darle vueltas a lo mismo y criticarse los unos a los otros, después está la falacia de los sentidos, que el conocimiento que nos aportan es falso, el argumento onírico, ya que no sabemos si estamos despiertos o soñando, la existencia de Dios que no es posible que nos creara para que nos engañemos en todo, la no existencia de un genio maligno que nos engañe en todo y la falta de método.
- Ahora me queda mucho más claro, osea que lo único que tenemos seguro es la existencia del yo y de Dios.
- También el mundo porque al existir Dios, que no nos puede engañar, lo que percibimos tiene que existir, por ello existe el mundo.
- Vale, ahora sí que me ha quedado claro. Pues sacaré un 10 en el examen con esta información. Gracias Descartes.
- De nada Irene y gracias por devolverme a la vida, aunque sólo sea en un sueño.
Entonces, mis ojos se abrieron, miré el reloj y eran las siete de la mañana. Desde luego el argumento onírico era totalmente cierto, cuando sueñas parece todo tan real que lo puedes confundir con la realidad...
- Usted debe de ser René Descartes, no puede ser otra persona.- afirmé con una sonrisa.
- ¡Vaya! Me conoces... Entonces haz el favor de hablarme de tú.- me contestó con otra sonrisa.
- De acuerdo. Oye, ¿te apetecería tomarte un café conmigo en esa cafetería?- pregunté.
- Claro, ¡vamos! Por cierto, ¿cuál es tu nombre?
- Irene, encantada.- dije mientras le tendía la mano, que él me besó, lo que me pareció muy raro, luego me di cuenta de que ese hombre venía del siglo XXVII, y que era un saludo normal para él.
Una vez nos habíamos instalado en nuestra mesa, comenzamos a filosofar.
- Dime, Descartes, ¿ por qué dudar de todo, tan mal estaba la filosofía?
- No sabes hasta qué punto, se había descubierto que la tierra no era el centro del universo, mucha gente enloqueció con eso, era un cambio de concepto demasiado grande y nuestra sociedad era muy cerrada, la única salida que encontré para solucionarlo era poner en duda todo lo que había pasado anteriormente.
- ¿Y a qué conclusión llegaste?
- Pues me di cuenta de que lo único que los seres humanos no podemos dudar es que dudamos, cogito ergo sum, ¿entiendes?
- No, porque a lo mejor somos robots que estamos siendo dirigidos por una fuerza mayor...
- Para empezar, no sé lo que es un robot, y para terminar, al hacer esa divagación significa que estás pensando y por lo tanto existes, está muy claro.
- Vale, digamos que es así pero sigo sin entender muy bien lo de la duda...
- Te lo explicaré mejor: se debe dudar de todo por la falta de acuerdo de los anteriores filósofos que no hacían otra cosa que darle vueltas a lo mismo y criticarse los unos a los otros, después está la falacia de los sentidos, que el conocimiento que nos aportan es falso, el argumento onírico, ya que no sabemos si estamos despiertos o soñando, la existencia de Dios que no es posible que nos creara para que nos engañemos en todo, la no existencia de un genio maligno que nos engañe en todo y la falta de método.
- Ahora me queda mucho más claro, osea que lo único que tenemos seguro es la existencia del yo y de Dios.
- También el mundo porque al existir Dios, que no nos puede engañar, lo que percibimos tiene que existir, por ello existe el mundo.
- Vale, ahora sí que me ha quedado claro. Pues sacaré un 10 en el examen con esta información. Gracias Descartes.
- De nada Irene y gracias por devolverme a la vida, aunque sólo sea en un sueño.
Entonces, mis ojos se abrieron, miré el reloj y eran las siete de la mañana. Desde luego el argumento onírico era totalmente cierto, cuando sueñas parece todo tan real que lo puedes confundir con la realidad...
domingo, 2 de febrero de 2014
A Coffee Break With... Santo Tomás.
Un día iba yo pensando por la calle en lo diferentes que somos las personas, ninguna es igual a otra, todos diferentes, cuando de repente un hombre me para en medio de la calle y me hace la siguiente pregunta:
- ¿En qué estás pensando jovencita?
Yo no sabía si contestarle o no porque me parecía bastante raro que una persona desconocida preguntara por mis pensamientos, pero decidí decírselo porque no me pareció tan malo que alguien supiera lo que estaba pensando.
- Pues estaba pensando en lo distintas que somos las personas, cada una tenemos nuestras cosas, nadie es igual...
- En eso te equivocas, todas las personas somos iguales, pero tenemos cosas que nos diferencian.
- ¿Y tú cómo sabes eso?
- Pues verás, yo soy un filósofo muy reconocido, no sé si habrás oído hablar de mí, soy...
- Santo Tomás de Aquino, ¡ya me acuerdo de ti!
- Bueno, pues si ya me conoces vamos a ahorrarnos las presentaciones y vamos al grano.
- Vale, pues explícame cómo puede ser que todos seamos iguales y distintos a la vez, eso es una gran contradicción...
- Para empezar, todos los hombres somos seres contingentes, ¿sabes lo que significa eso?
- Sí, que por ejemplo, yo soy un ser, y soy contingente porque no he existido siempre, pero existo ahora, aunque dejaré de existir.
- ¡Exactamente! Bueno pues los seres contingentes se componen de dos cosas: la esencia y la existencia. La existencia es el hecho de existir, es decir, lo que tienen todos los seres en común, y la esencia es...
- Lo que un ser es y le diferencia de los demás seres. Ahora lo entiendo, lo que quieres decir es que todos los seres tenemos en común la existencia, pero como yo iba pensando hace un rato, cada uno tenemos nuestras cosas, lo que nos diferencia de los demás.
- Sí, más o menos es eso, pero he dejado lo más importante para el final, Dios, que es el ser que reúne la existencia y la esencia...
- Y por ello es un ser necesario.
- ¡Sí!¡Bien! Y yo explico esto a través de mi tercera vía, por la contingencia, ya que si encontramos cosas que pueden ser y no ser, significa que hay seres contingentes, y lo contingente depende de lo necesario, por lo que es forzoso que exista algo que sea necesario por sí mismo: Dios.
- Ahora lo entiendo todo, muchas gracias Santo Tomás, la próxima vez que piense que todos somos iguales, pensaré en tu teoría de la esencia y la existencia.
- De nada jovencita, espero que te haya servido de ayuda. ¡Hasta la próxima!
- ¿En qué estás pensando jovencita?
Yo no sabía si contestarle o no porque me parecía bastante raro que una persona desconocida preguntara por mis pensamientos, pero decidí decírselo porque no me pareció tan malo que alguien supiera lo que estaba pensando.
- Pues estaba pensando en lo distintas que somos las personas, cada una tenemos nuestras cosas, nadie es igual...
- En eso te equivocas, todas las personas somos iguales, pero tenemos cosas que nos diferencian.
- ¿Y tú cómo sabes eso?
- Pues verás, yo soy un filósofo muy reconocido, no sé si habrás oído hablar de mí, soy...
- Santo Tomás de Aquino, ¡ya me acuerdo de ti!
- Bueno, pues si ya me conoces vamos a ahorrarnos las presentaciones y vamos al grano.
- Vale, pues explícame cómo puede ser que todos seamos iguales y distintos a la vez, eso es una gran contradicción...
- Para empezar, todos los hombres somos seres contingentes, ¿sabes lo que significa eso?
- Sí, que por ejemplo, yo soy un ser, y soy contingente porque no he existido siempre, pero existo ahora, aunque dejaré de existir.
- ¡Exactamente! Bueno pues los seres contingentes se componen de dos cosas: la esencia y la existencia. La existencia es el hecho de existir, es decir, lo que tienen todos los seres en común, y la esencia es...
- Lo que un ser es y le diferencia de los demás seres. Ahora lo entiendo, lo que quieres decir es que todos los seres tenemos en común la existencia, pero como yo iba pensando hace un rato, cada uno tenemos nuestras cosas, lo que nos diferencia de los demás.
- Sí, más o menos es eso, pero he dejado lo más importante para el final, Dios, que es el ser que reúne la existencia y la esencia...
- Y por ello es un ser necesario.
- ¡Sí!¡Bien! Y yo explico esto a través de mi tercera vía, por la contingencia, ya que si encontramos cosas que pueden ser y no ser, significa que hay seres contingentes, y lo contingente depende de lo necesario, por lo que es forzoso que exista algo que sea necesario por sí mismo: Dios.
- Ahora lo entiendo todo, muchas gracias Santo Tomás, la próxima vez que piense que todos somos iguales, pensaré en tu teoría de la esencia y la existencia.
- De nada jovencita, espero que te haya servido de ayuda. ¡Hasta la próxima!
sábado, 1 de febrero de 2014
A Coffee Break With... San Agustín.
Iba yo paseando por la calle cuando de repente me doy cuenta de que alguien me está observando. Me doy la vuelta y veo a un hombre mayor sentado en la mesa de una cafetería que me está señalando con el dedo para que me acerque a él. Cuando llego a donde está me doy cuenta de que ese hombre no puede ser del siglo XXI, su cara sus gestos y su vestimenta parecían de otra época.
- Buenos días- me dijo- ¿te importaría sentarte un rato conmigo a charlar?
- Bueno, tengo un poco de prisa...-contesté temerosa.
- Tranquila, nadie puede decirte lo que tienes que hacer, no puedes atarte, eres libre, haz lo que quieras...
Esas palabras de alguna manera me hipnotizaron, así que me senté en la terraza y la camarera me trajo un café caliente. Entonces me di cuenta de que todo lo que había dicho ese hombre sobre la libertad ya lo había oído antes...¡Era San Agustín de Hipona!
- ¿Tu eres San Agustín verdad?
- ¡Vaya! ¿Cómo sabes mi nombre?
- Porque en mi instituto damos una asignatura llamada Filosofía y tú eres uno de los más importantes.
- ¡Oh! ¡Me siento alagado!, entonces sabrás que la libertad es algo muy importante para los hombres, ¿verdad?
- Sí, San Agustín, todos los hombre son libres, pueden hacer lo que quieran...
- Y son llevados por el Amor, eso es muy importante, que no se te olvide.
- Pero eso es una contradicción, San Agustín, eso no puede ser, si eres llevado por el Amor ya no eres libre.
- Por eso se distingue entre dos tipos de libertad, una que consiste en seguir voluntariamente el dinamismo del Amor, que es la Libertas Maior...
- Y otra que consiste simplemente en la capacidad de autodeterminación que es esencial al hombre por su naturaleza, pero solo puede orientarse hacia el bien o el mal.
- ¡Muy bien! Veo que te lo sabes, ¿pero qué opinas del mal moral?
- Creo que el mal moral existe por la libertad que Dios concede al hombre, lo que hace que este la use para bien o para mal, en cuyo caso aparece el mal moral, y que es sólo culpa de los hombres, aunque en parte también de Dios por permitir que exista...
- Dios nos da libertad porque nos quiere, no podemos echarle la culpa de eso.
En ese momento mi móvil empieza a sonar, y aparece la palabra Mamá en la pantalla. Por lo que concluyo la conversación diciéndole:
- Bueno San Agustín, el Amor de mi madre me llama y debo irme, encantada de conocerte de verdad. Adiós.
- Buenos días- me dijo- ¿te importaría sentarte un rato conmigo a charlar?
- Bueno, tengo un poco de prisa...-contesté temerosa.
- Tranquila, nadie puede decirte lo que tienes que hacer, no puedes atarte, eres libre, haz lo que quieras...
Esas palabras de alguna manera me hipnotizaron, así que me senté en la terraza y la camarera me trajo un café caliente. Entonces me di cuenta de que todo lo que había dicho ese hombre sobre la libertad ya lo había oído antes...¡Era San Agustín de Hipona!
- ¿Tu eres San Agustín verdad?
- ¡Vaya! ¿Cómo sabes mi nombre?
- Porque en mi instituto damos una asignatura llamada Filosofía y tú eres uno de los más importantes.
- ¡Oh! ¡Me siento alagado!, entonces sabrás que la libertad es algo muy importante para los hombres, ¿verdad?
- Sí, San Agustín, todos los hombre son libres, pueden hacer lo que quieran...
- Y son llevados por el Amor, eso es muy importante, que no se te olvide.
- Pero eso es una contradicción, San Agustín, eso no puede ser, si eres llevado por el Amor ya no eres libre.
- Por eso se distingue entre dos tipos de libertad, una que consiste en seguir voluntariamente el dinamismo del Amor, que es la Libertas Maior...
- Y otra que consiste simplemente en la capacidad de autodeterminación que es esencial al hombre por su naturaleza, pero solo puede orientarse hacia el bien o el mal.
- ¡Muy bien! Veo que te lo sabes, ¿pero qué opinas del mal moral?
- Creo que el mal moral existe por la libertad que Dios concede al hombre, lo que hace que este la use para bien o para mal, en cuyo caso aparece el mal moral, y que es sólo culpa de los hombres, aunque en parte también de Dios por permitir que exista...
- Dios nos da libertad porque nos quiere, no podemos echarle la culpa de eso.
En ese momento mi móvil empieza a sonar, y aparece la palabra Mamá en la pantalla. Por lo que concluyo la conversación diciéndole:
- Bueno San Agustín, el Amor de mi madre me llama y debo irme, encantada de conocerte de verdad. Adiós.
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